Sin culpa no hay dolor

Estaba doliendo tanto que no me permitia dormir en la noche y estar en paz en el día, hasta que le pedí a Dios que me permitiera ver las cosas de otra manera. En un instante vi que en la situación que me estaba causando dolor, lo que realmente me hacía daño no era creer que alguien actuaba en mi contra o que yo no le importaba, lo que realmente me hacia daño era la culpa que me generaba creer ser lo que yo no era, creer en una ilusión que yo misma contruí y por lo tanto no era real, que incluso podía lastimar a alguien creyendo esa ilusión y al final ese alguien sería yo. Es un instante santo el momento que el dolor se desvanece del pecho, porque al fin y al cabo no existía, nunca existió al ser fruto de una ilusión que nació del miedo y por lo mismo no era real. Cómo sé que liberé esa culpa? Porque me invadió la gratitud, reconociendo a Dios en ese ser, que somos uno solo y que me permitió, actuando de ese modo, amarme un poco más. No...