Cuando te reprimes, te olvidas de ti
Hace poco escuché una frase que me estremeció.
Decía: “Hay muchas personas que han pasado toda su vida reprimiéndose… que ya creen que son buenas personas.” Y yo agregaría: incluso creen que son otras personas.
¿No es fuerte? Pasamos tanto tiempo reprimiendo lo que sentimos, lo que realmente pensamos, lo que queremos hacer o decir… que llegamos a confundir la máscara con el rostro.
Y eso me recordó al Caballero de la armadura oxidada. Ese personaje que se ponía su armadura para estar listo para cualquier batalla, aunque ninguna llegaba. Hasta que un día, la armadura se le quedó pegada, oxidada ya no podía quitársela, y él… llegó a creer que era la armadura.
Nos pasa más de lo que creemos, solo que no usamos una armadura metálica… usamos sonrisas forzadas, respuestas automáticas, silencios que nos gritan por dentro, actitudes aprendidas para “encajar” pero reprimirnos no nos protege. Solo nos aleja de quienes realmente somos.
Y aquí viene algo importante: no reprimirnos no significa justificarlo todo, significa hacernos conscientes, por ejemplo, reconocer honestamente:“Soy mentirosa, me doy cuenta que miento constantemente.”No para culparse, sino para ir más profundo:¿De qué me estoy protegiendo? ¿Qué miedo me lleva a mentir? O decir: “Soy irresponsable, hago cosas que tienen consecuencias y no me hago cargo.” Eso también es no reprimirnos, porque solo al mirarlo de frente podemos transformarlo.
No reprimirnos no es “soy libre y hago lo que quiero”, es: “me observo sin máscaras” y desde ahí, me elijo. Elijo ser honesta conmigo misma, ver con amor mis sombras y crecer desde ahí.
Una fórmula simple, pero poderosa, para reconocernos: es permitirnos sentir sin juicio, hablar desde el corazón, hacer lo que deseamos, aunque haya miedo. Y también, mirar con verdad lo que evitamos asumir.
Y si no sabes por dónde comenzar: observa con quiénes te estás rodeando, la autenticidad también se revela en lo que toleramos, lo que permitimos, lo que elegimos ver y escuchar.
Ser auténticos no es perfecto,es humano. Es recordar quiénes somos debajo de todo eso que creímos que teníamos que ser.
Reprimirnos es olvidarnos, ser auténticos es recordarnos.
Y cada vez que nos elegimos, sin máscaras, volvemos a casa.